En una experiencia innovadora, un grupo de chicos especiales trabaja en el museo de Ciencias apostando a la integración de quienes tienen sus mismas limitaciones. Romina es ciega y rotula los nombres de las piezas en braille. Pedro es hipoacúsico y se capacita para realizar visitas guiadas a chicos sordos.
EL DATO
Según indicaron desde el Coprodis, también harán algo similar en el museo de Artesanías Tradicionales y Folclóricas. Hace un par de semanas ingresaron becarios con la misma misión de adaptar el lugar para el disfrute de los discapacitados.
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Son los meses que hace que trabajan los becarios en el museo de Ciencias Naturales, y en ese tiempo, lograron avanzar brindando herramientas necesarias para adaptar el lugar para chicos no videntes, o sordos.
Son muchas las cosas que, por no poder ver, o no escuchar, las personas con discapacidad no tiene la oportunidad de disfrutar. Una de ellas es, por ejemplo, recorrer un museo como el de Ciencias Naturales y descubrir a su paso el mundo natural que los rodea. Una realidad que hace dos meses trabajan para cambiar a través de un original proyecto basado en integrar al paseo la lengua de señas y el sistema braille.
La iniciativa impulsada por el Consejo Provincial del Discapacitado (Coprodis), en conjunto con los especialistas del museo, tiene como valor agregado que son chicos con discapacidad los responsables de adaptar ese espacio de conocimiento para que sus pares accedan y tengan posibilidad de disfrutar de sus múltiples atractivos.
Para cristalizar esta loable misión, un grupo de tres jóvenes fueron becados y aportan sus habilidades para hacer accesible el “Amado Bonpland” para niños y adolescentes con capacidades diferentes.
Es el caso de Romina Romero (22 años), una joven invidente que tiene como función traducir a braille los rótulos de algunas de las piezas que conforman las salas de exposición, hizo lo mismo con una breve reseña histórica del museo y se propone crear una especie de mapa con este mismo sistema de lectura y escritura táctil que contenga el nombre y distribución de cada una de las salas.
En este sentido, Romina manifestó estar muy complacida por participar de este proyecto que, según destacó, “es una forma más de integrar a las personas ciegas, y que también pueda saber lo que hay en un museo”, y además resaltó la importancia de “ayudanos entre nosotros”.
Pedro Rodríguez, de la misma edad, es hipoacúsico y se planteó un desafío diferente. Esta siendo capacitado para, mediante el lenguaje de señas, estar al frente de visitas guiadas a alumnos sordos e hipoacúsicos de distintos establecimientos educativos de la ciudad.
En tanto, Nicolás Pastor (30 años), es sordo y ofrece algo distinto: su creatividad y condiciones artísticas. En su caso particular tiene como cometido llevar adelante bocetos de ciertas piezas del museo que más adelante serán puestas en exposición.
Consultado al respecto, el joven explicó con señas traducidas por un intérprete que tuvo la libertad de elegir las piezas a bocetar y que lo que más le llamaron su atención fueron los cocodrilos y las aves.
Visitas
La prueba de fuego para una de las propuestas integradoras fue la visita de un grupo de chicos no videntes que asisten al colegio Valentín Haüy, y que ayer tuvieron la oportunidad de conocer al museo desde los textos en braille elaborados por Romina.
Con gran entusiasmo, los jóvenes participaron de una actividad lúdica que consistió en recorrer vía táctil diferentes especies de la fauna autóctona (que se conservan gracias a un tratamiento taxidérmico) y que forman parte del patrimonio del museo de Ciencias Naturales.
Luego fue el turno de leer la historia del museo convertida en puntos y relieves, a la vez que iba siendo comentada por la museóloga y profesora, Mercedes Vera, una de las promotoras de la idea.
Asimismo se animaron a pasar sus dedos por los rótulos de las piezas, y advertir que era cada cosa. Para el final quedó la explicación detallada y científica del guía del museo, Armando Villar Nosiglia, quien se explayó respecto a las características de los animales.
